El cuidado como arma de construcción comunitaria
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No ha sido un día cualquiera, todo lo contrario. Ha sido un día muy especial, emotivo y esperado por muchos y muchas. Los nervios, la incertidumbre, la mascarilla, los guantes y el no poder tocar y abrazar a las personas que queremos, no han permitido dejar de sentir eso tan bonito que hemos experimentado en el cuerpo.
Tras más de 40 días y sus 40 noches, fuimos a visitar a las y los integrantes de nuestra plantilla de la jubiloteca de Berriozar. Les íbamos a entregar la nueva equipación para la siguiente temporada, las mascarillas, una documentación a rellenar y la explicación de cómo vamos a poder seguir siendo equipo, aunque la situación haya cambiado.
Lo que antes eran abrazos, besos y caricias da paso a un diálogo de miradas, amagos de afectos, choque de codos y palabras llenas de incertidumbre. Esto es una cuestión de orden sanitaria en la que, si hacemos caso omiso, puede que tengamos que lamentar nuevas bajas en el equipo. Así que, aunque nos sea difícil no ofrecer y recibir las muestras de cariño, este cariño lo demostramos descubriendo nuevas formas, guiños y miradas llenas de sentido.
Hicimos un recorrido por las casas, nos contaron cómo se encontraban física y emocionalmente. En su totalidad quiere seguir siendo parte de la plantilla la próxima temporada, cuando volvamos a bailar, cantar, llorar, reír, a conquistar las calles de Berriozar y a abrazarnos.