La familia ha sido la principal institución para domesticar a las mujeres y explotar gratuitamente su trabajo. La familia ha sido la base en la división laboral en función del género, la maquinaria para disciplinar el afecto y establecer la heteronorma. Y la familia es a día de hoy el principal colchón del cuidado, encargándose de todo lo que ni los servicios públicos ni la comunidad garantizan. Pero sabemos de sobra quién cuida en las familias: ¡la responsabilidad recae sobre las mujeres, como si se tratase de nuestra misión natural! ¡Y estamos hartas, hartas de cubrir los vacíos del sistema, hartas de la carga mental, de carecer de tiempo! Del mismo modo, sabemos quién se encarga del cuidado cuando se contrata a alguien al margen de la familia: mujeres migradas en situación irregular. La condicion más difícil para subsistir en condiciones de miseria. Por tanto, los cuidados están familiarizados, feminizados, racializados y privatizados. Y son sinónimo de precariedad. Por ello, reivindicamos el DERECHO COLECTIVO AL CUIDADO. Tenemos que repartir el trabajo y la responsabilidad de cuidar del bienestar de las personas, construir un sustento colectivo, necesitamos un sistema de cuidados público y comunitario que nos cuide a todas las personas. Para reivindicar este sustento colectivo, haremos ahora una acción ante este vergonzoso monumento: coseremos la red entre nosotres, pasando el hilo, ataremos en ella nuestros sujetadores y con ello cubriremos el monumento, símbolo de la familia heteropatriarcal